¿QUE ES LA ESCUELA DE ANTICIPACIÓN?



UNA PROPUESTA DE UNIVERSALIZACIÓN DE LOS APRENDIZAJES BÁSICOS



La Misión Educadora de la Sociedad.

El ser humano es el único habitante de la naturaleza que necesita educarse porque es el único que puede no reconocer su ser. Incluso puede llegar a reconocer su ser y, sin embargo, rechazarlo. Necesita pues educarse, esto es descubrir y aceptar su dignidad y vivir según ella, desarrollar su unicidad pues si no la desarrolla se queda inevitablemente inexpresada y el mundo pierde una ayuda que le hacía falta, necesita poner todo ese ser suyo al cuidado de la vida, a la construcción de la justicia. Esta no es una tarea fácil y las dificultades pueden provenir de los mundos con los que cada ser humano ha tenido que entrar en interacción como de la propia intimidad que posee también fuerzas contradictorias que pugnan por seguir el ser de cada cual o desestimarlo. Pero, en última instancia, no son los mundos de interacción los que educan o no educan al ser humano sino que es su intimidad la que tiene la última palabra. Para ayudar a la educación de las personas, lo que los mundos de interacción necesitan hacer es pugnar por constituirse en ámbitos en los que la condición humana se vea tan amable que la interioridad de cada persona sienta la provocación de seguir su ser. Este es el sueño de toda sociedad. No importa las palabras que use –sociedad igualitaria, democrática, humanista, justa, fraterna- lo que todo grupo humano está indicando con ese lenguaje es el mundo de interacción que quiere crear, es el mundo educativo que espera. La sociedad sabe así que es ella entera –y no una parte de ella- la que está llamada a ser educativa. Admitir que en una sociedad existen ámbitos llamados a ser educativos y otros que no han recibido esa misión es un sinsentido. Sería como hablar de áreas llamadas a tener aire y luz y otras que no han recibido ese llamamiento. Es toda la sociedad la que está llamada a ser educativa.

La Misión Educadora de la Escuela.

Sin perjuicio de lo dicho, es admisible que la sociedad haya dado una especial calificación de “educativo” a un ámbito de interacción conocido como la Escuela, como la Institución Escolar. Tal vez le ha entregado este tan exigente nombre como expresión de lo que buscaasegurar, esto es, contar con un enclave de humanidad,
con un mundo de interacción destinado a favorecer en todo ser humano la oportunidad de encontrarse con su
ser. El medio que la sociedad le ha entregado a la Escuela para realizar su misión educadora es el encuentro con los saberes, con el conocimiento. La sociedad necesita el conocimiento para su desarrollo. Las personas necesitan el conocimiento para crecer como personas y para tomar parte en el desarrollo social. La sociedad pone en manos de la Escuela esa misión. La Escuela no tendrá que solamente educar ni tendrá que solamente suscitar el encuentro de las personas con el conocimiento. Su misión será educar a través del encuentro con el conocimiento, será suscitar el crecimiento humano a través de suscitar el crecimiento de los saberes, será mostrarle al ser humano que el conocimiento le permite realizar mejor su tarea de poner más vida en el mundo. 

La Misión de la Escuela Básica.

En cada sociedad suele existir un nivel escolar destinado a asegurar a todos los integrantes de la población la posesión de ciertos valores, hábitos, habilidades, conocimientos que, a juicio de esa sociedad, son indispensables para la vida de todas las personas y para el crecimiento de la propia sociedad. Es el nivel al que, desde el punto de vista de sus contenidos, podría denominárselo como la Escuela de los Aprendizajes Básicos y al que, desde el punto de vista de sus destinatarios, podríasele llamar la Escuela para Todos.
En alguna sociedad tal nivel puede expresarse por la actual Escuela Básica y en otras por la actual Escuela Básica y la Escuela Secundaria. Lo que importa aquí señalar es el hecho de que las diversas sociedades suelen distinguir, entre los distintos niveles de educación escolar que contemplan, un nivel encargado de la educación necesaria para toda la población. Como en América Latina, es habitualmente la Escuela Básica la que asume esta tarea,  se hablará en adelante solamente de la Escuela Básica.


La Gran Dificultad.

La Escuela Básica o la Escuela para Todos ha tenido y tiene serias dificultades para cumplir su misión de poner los bienes educacionales básicos en las manos de todos los alumnos. Es sabido que esas dificultades provienen tanto desde dentro de la Escuela como desde afuera. Hay, sin embargo, una dificultad que viene desde la sociedad y desde la Escuela, desde adentro y desde afuera, y sobre la cual se habla menos tal vez porque es más difícil percibirla o porque, si se la percibe, luego se cae en el conocimiento de la dificultad de su erradicación, dado que ha sido la propia sociedad la que ha introducido tal dificultad en la Escuela: ella es la misión de seleccionar a las personas, la misión de educar solamente a los mejores, esto es, a aquellos alumnos que van logrando superar sin tropiezos las mejores, esto es, a aquellos alumnos que van logrando superar sin tropiezos las metas impuestas de rendimiento prefijadas en cada grado escolar. La misión de suscitar los aprendizajes básicos en todos los integrantes de la población es una tarea inclusiva; la misión de seleccionar a las personas a quienes se entregarán los aprendizajes básicos es una tarea excluyente. La primera exige que la Escuela se ocupe de todos los alumnos y suscite aprendizajes en todos ellos; la segunda exige que la Escuela seleccione a los alumnos y dedique su tiempo a sólo los que han resultado exitosos en la selección. ¿Qué hacer ante este desacuerdo? La sociedad ha expresado su resolución: la primacía la posee la misión de seleccionar. La Escuela Básica no ha sido llamada entonces primariamente a constituirse en un ámbito de educación para todos sino en un ámbito de educación para sólo algunos. Su misión prioritaria no será la de educar a todas las personas que soliciten su ayuda sino únicamente a aquellas que logren sortear con éxito las diversas instancias en que serán seleccionadas. La sociedad se ha habituado a la selectividad escolar. Más aún está satisfecha con ella. Una Escuela no selectiva le es inimaginable, le suena a Escuela suelta, sin exigencias; la sociedad valora altamente a esos establecimientos escolares que no sólo seleccionan a los alumnos en cada grado escolar sino que, además los seleccionan antes de su ingreso en la Escuela. La sociedad les otorga prestigio a esos establecimientos escolares a los que cuesta ingresar y en los que cuesta mantenerse.




Sin embargo, existen necesidades educativas para las que la Escuela selectiva no encuentra una respuesta aceptable: ¿Qué hacer con los alumnos que no han sido seleccionados, con los que no han sido clasificados en el grupo de los mejores? Los declarados como los mejores y los declarados como los no mejores o los perdedores ¿Cómo entenderán que una educación destinada a todos los integrantes de la sociedad esté expresamente organizada como una oportunidad para solamente algunos? ¿Cómo se les puede exigir a todos los integrantes de la sociedad que no sean rémora en el crecimiento social y económico y que, por el  Contrario, sean agentes activos de ese crecimiento si las herramientas educacionales básicas para la participación se les han entregado a sólo algunos integrantes de la sociedad?

Y si en una sociedad existe una fuerte sensibilización frente a los derechos humanos porque en esa sociedad
se ha tenido la experiencia de lo que ha ocurrido cuando se han conculcado esos derechos ¿Cómo se puede
explicar a los integrantes de esa sociedad que el derecho humano a la posesión de los saberes básicos que todos necesitan se les respete solamente a algunos? Y si la sociedad de justicia que todos esperamos la vamos a construir entre todos, ¿por qué a sólo algunos se les entregan los saberes básicos necesarios para tomar parte en esa construcción? Si un derecho tan indispensable como el de aprender a leer y escribir no le ha sido atendido a algunas personas, ¿por qué la sociedad no puso todo su empeño en crear las condiciones necesarias para que todos sus integrantes contaran con esos aprendizajes?


La Anticipación de los Valores de la Sociedad Esperada. Los seres humanos suelen distinguir dos mundos: el
de los sueños, de los valores, de los ideales, y el de la realidad. El primero tiene horizontes hermosos pero lejanos; el segundo está cerca de las cosas pero éstas no parecen deseables. Sin embargo, la educación, esto es el proceso de educar y de educarse, el movimiento por el que alguien se pone de parte del ser de otro y el movimiento por el que una persona reconoce su ser y lo sigue son una mezcla de lo cercano y lo distante de lo que se llama “real” y de lo que se llama “soñado”, son vistas de la realidad del presente a la realidad del ser que, en el futuro, espera. Cuando alguien educa a otro no se compromete sólo con el ser que el otro actualmente es sino asimismo con el ser al que el otro tiende. Y aquel que se educa no sólo vive el presente sino que, al mismo tiempo, tironea hasta el presente a su ser que desde la distancia lo convoca.
La educación es así un proceso de anticipación de lo que se espera. No es ni sólo el ahora ni sólo el después,
es un ahora iluminado por el después, es la unión de lo que al presente somos y tenemos y de lo que al presente esperamos. Es el ser que ya somos en la activa esperanza de lo que seremos. Lo mismo ocurre con la sociedad y con la Escuela: La sociedad de ahora no es sólo la sociedad de ahora, es también la sociedad que ella anhela. La Escuela no es sólo la Escuela del presente, es, al mismo tiempo, la Escuela con que la Escuela sueña, con que la sociedad sueña.
En 1956, en Santiago de Chile, un grupo de jóvenes profesores fue invitado a fundar un nuevo liceo fiscal: el
Liceo de Hombres Nº 10. No se disponía de nada. Ni docentes, ni alumnos, ni edificio, ni materiales. Todo era precariedad. Y, sin embargo, allí se levantó una comunidad escolar prodigiosa en la que todos los alumnos aprendieron y en la que los padres y los directivos y los docentes sintieron que, por primera vez, empezaron a aprender a educar. Es una experiencia sobre la cual es difícil hablar. De una parte, porque no existe un estudio que entregue una opinión más objetiva de lo que en ese Liceo sucedió. De otra parte, porque quienes participaron en esa experiencia desde los comienzos, guardan más la memoria de la comunidad de vida que se formó que de lo que costó formarla. Quién participó en esa fundación y estuvo allí diez años, no sabe cuánto tiempo más allá duró ese sueño social que se metió en la realidad de la vida  escolar. Los directivos, los profesores, los padres, los alumnos que vinieron después, ¿pudieron continuar esa anticipación de la sociedad esperada en que vivieron los fundadores? ¿Elevaron esa anticipación? ¿No pudieron sostenerla? Quien estuvo allí sólo diez años no tiene esa información. Lo que sabe es que, en aquellos fundadores, es decir, en aquellos alumnos, en aquellos padres, en aquellos profesores, que trajeron hasta la comunidad escolar la comunidad social en la que soñaban, el acordarse del Liceo de Hombres Nº 10 los confirma en su esperanza y los empuja a llevar a otras comunidades lo que en ese liceo aprendieron.
Se ha llevado esta historia a otros liceos, a escuelas primarias, a escuelas de formación de maestros. Y cuando allí se encuentra a personas que han vivido experiencias similares se tiene la impresión de encontrarse otra vez con los compañeros de entonces y que aquella increíble escuela de formación, de alumnos, de padres, de maestros, florece de nuevo. El descubrimiento es el mismo: cuando una comunidad escolar toma conciencia de que existen ciertos aprendizajes básicos –ciertos valores, ciertos hábitos, ciertos conocimientos, ciertas habilidades- que necesitan poseer todas las personas; y cuando, luego de esta toma
de conciencia, asume la decisión de llevarla a la práctica y se empeña fuertemente en su realización, aún antes
de que esa decisión alcance los resultados esperados tales resultados ya han aparecido.


La Escuela de Anticipación

La propuesta de la Escuela de anticipación aparece por primera vez en Santiago de Chile, en 1984, en un material que un profesor de la Universidad Católica de Chile elaboró para sus alumnos. Detrás de la propuesta, están las experiencias escolares en las que el autor del material ha participado como asimismo aquellas que ha podido conservar en la acción educadora de otras personas. Lo común de esas experiencias no es ni un mismo pensamiento político ni doctrinal ni religioso. Es la esperanza activa en un mundo social inclusivo, igualitario, es el anhelo de cuidar la vida, toda la vida. La propuesta está dirigida específicamente a ese nivel escolar al que cada sociedad le ha encargado poner, en manos de todos los integrantes de la población, esos bienes educacionales básicos que todos elementalmente necesitan para crecer como personas y para participar en el desarrollo colectivo. La palabra “Anticipación” no es un dato nuevo que se incorpora al concepto de educar, de educación. Es uno de sus constituyentes basamentales. Se lo destaca por que se lo estima desatendido y porque se lo quiere reponer en su sitio. Cuando se va a un establecimiento escolar y se asiste allí a una vida en comunidad, cuando se observa a maestros y a padres y a alumnos y a otras personas de la comunidad inmediata, todos comprometidos con los saberes, todos trabajando, enseñando y aprendiendo, cuando nadie es dejado solo, cuando nadie se queda sin aprender, uno afirma que está en presencia de una buena escuela. Dice así porque ve en esa escuela una prefigura de la sociedad que espera, porque en esa escuela se está enseñando a construir una sociedad más humana no hablando sobre ella sino haciéndola ya, ahora, viviéndola en anticipación. La propuesta se opone a ciertos hábitos centrales de la vigente institución escolar que se ocupa de los aprendizajes básicos y señala los criterios de cambio que propone:


La crítica a la Escuela vigente.

1. Lo educativo, lo formativo, el mundo valórico, ocupa un segundo lugar frente a las exigencias del rendimiento en las disciplinas. No sólo ocupa un segundo lugar; aparece más en las palabras que en los hechos, es más motivo de predicación que de experiencia. El tema de los valores puede surgir en cada instante de la vida de la escuela; pero surge como palabra, no se ve.

2. Los conocimientos, las informaciones, los saberes mezclan lo fundamental y lo accesorio, lo que es esencial y la que sólo agrega más detalle. Hay contenidos que, por su esencialidad se sienten como necesarios y el alumno se siente crecer con su aprendizaje, pero también hay otros contenidos que se perciben como prescindibles y cuyo estudio forzoso se siente como una disminución de la dignidad de la persona, como el aprovisionamiento cansador de cosas accesorias.

3. Los saberes se muestran, se enseñan, se presentan. Los alumnos, a su vez, tienen que mostrar que pueden reproducir lo enseñado. Tiene éxito el que puede recordar, el que ante un cuestionario, puede contestar los datos preguntados sin necesidad de recurrir ni a un libro ni a un cuaderno de anotaciones. Son pocas las personas, ya adultas, que pueden reproducir contenidos básicos de lo que pudieron reproducir en su momento en la Escuela. Lo aprendieron para la prueba, no para saber ni para vivir.

4. A la Escuela no le interesan todos los alumnos. Ella elige a los que va a educar. Para hacerlo dispone, en cada grado, de metas prefijadas de rendimiento en saberes. Quien las sortea pasa al grado siguiente pero no está aún elegido. Su suerte depende de su paso o no paso en cada uno de los grados que siguen. En la escuela no hay propiamente alumnos definitivos, todos están siempre sometidos a prueba. La Escuela no está pues dispuesta para todos. Está organizada para ocuparse solamente de los que ella va calificando como los más capaces.


La propuesta de la Escuela de Anticipación

1. Todos los alumnos aprenden y no sólo algunos. 

La Escuela cuenta con programas generales de estudios tal como sucede en la actual Escuela; pero éstos no son usados como programas de curso, esto es, como planes de aprendizaje de cada uno de los cursos existentes en la Escuela, sino sólo como base, como referencia, para la elaboración de los programas de curso. Estos últimos se elaboran sobre la base de esos programas generales pero también a partir de las necesidades de aprendizaje de los alumnos y de sus posibilidades reales de aprender. Antes de participar en la elaboración de cada programa de curso el profesor examina el programa oficial de estudios, diagnostica las necesidades de los alumnos, sus aprendizajes previos, sus visiones de mundo, sus medios de aprendizaje, sus posibilidades reales de aprender en la escuela y fuera de ella; considera asimismo los recursos existentes en la escuela y en la comunidad y, sobre las bases ya señaladas y junto con los alumnos y con el conocimiento y el apoyo de los padres y apoderados, diseña el plan de aprendizaje en que todos los alumnos pueden partir desde el punto en que al momento están y desde ahí avanzar hacia las metas más altas que, con su esfuerzo y con la ayuda de la escuela, puedan alcanzar.

2. Todos los alumnos aprenden, comprenden, y no quedan en una mecánica de memorización. 

Los alumnos no desarrollan su capacidad de repetir lo que dijo el libro o el maestro, sino que se empeñan en entender, en comprender los saberes y en dar con su sentido. Cualquier invitación a una memorización puramente mecánica la sienten como un atropello a su capacidad de razonar y a su necesidad de apoderarse conscientemente de los saberes. Lo que les interesa es avanzar a partir de la experiencia. No para abandonar los libros, sino para hacer la relación entre los saberes y el mundo real. Buscan conocer los saberes desde dentro, y hacerlos funcionales, vincularlos con su cotidianeidad y las necesidades profundas de su condición humana. Les gusta aprender a formular sus propias preguntas, a buscar fuentes de información, a imaginar soluciones nuevas. No les incomoda ni el aprender de maneras diferentes, ni el avanzar hacia un aprendizaje determinado, con distinta velocidad. Lo que les preocupa es determinar el grado en que han avanzado hacia las metas que se propusieron, es decir, los resultados de aprendizaje realmente alcanzados, el esfuerzo que han hecho por aprender, la calidad del trabajo realizado, el testimonio de ayuda que han brindado al aprendizaje de otros, la habilidad que han logrado de aprender por sí solos, la capacidad que han  desarrollado para el aprendizaje y la vida en común. 

3. Los alumnos centran su trabajo en saberes fundamentales

Los programas o los planes de aprendizaje que cada grupo curso trabaja no se ocupan de un conjunto enciclopédico de contenidos, sino que, en cada saber, se focalizan en su propósito fundamental y en las habilidades básicas que pretende desarrollar en cada alumno. Esto no quiere decir que se desestimen sin más los saberes secundarios, pues éstos suben su calidad cuando se los incorpora en un saber fundamental. 

4. Los alumnos aprenden a ser seres humanos junto con aprender los saberes disciplinarios y no en horas y actividades separadas. 

No existen horas educativas y horas de instrucción, aprendizaje de la dignidad humana y aprendizaje de los saberes, sino que estos últimos se ordenan al aprendizaje que todos los alumnos necesitan hacer en relación con su vocación de ayudar a construir la justicia en el mundo. No hay que introducir la ética en la enseñanza de los saberes. Hay que volver a situar la ética en la base de los saberes.
Un dato relevante: la Escuela vigente puede funcionar con un docente no profesional, con una persona que conozca un contenido y lo sepa exponer ante un grupo con orden y claridad; la Escuela de Anticipación, en cambio, necesita un profesional al mismo tiempo capacitado en un saber y en la suscitación de su aprendizaje, en la programación con los alumnos de acciones comunes y de acciones individuales, en la habilidad para encaminar a los alumnos hacia niveles superiores de aprendizaje, en la capacidad para trabajar con alumnos que son diferentes y en la capacidad de dar testimonio del cuidado de la vida.


Señales que apoyan la llegada de esta Escuela para todos:

1. El cuidado de la democracia.
Las sociedades que ven la democracia como una forma de relación igualitaria, cuidadora de la solidaridad y de los derechos personales, necesitan una Escuela que ayude a ver la vida democrática como una posibilidad
cierta y no sólo como palabras hermosas que la realidad a cada instante desmiente. Para estas sociedades, una Escuela que discrimina a los alumnos entre más capaces y menos capaces y en la que cada cual lucha individualmente sólo por rendir es menos enseñadora de los valores democráticos que aquella en la que todos los alumnos valen y en la que no sólo se trata de alcanzar rendimiento sino primariamente de aprender los saberes y de crecer en el trabajo en común.

2. La necesidad de un desarrollo económico más acelerado. 
La urgencia de la aceleración del desarrollo económico sostenido fuerza a percibir a las personas desprovistas de los aprendizajes más elementales como capacidades detenidas, como ciudadanos que no pueden hacer aportes a un desenvolvimiento que exige el apoyo de todos. Porque la economía deseable no es la que avanza con un grupo entrenado y otro incompetente, con un grupo preparado para el trabajo productivo y otro desprovisto de esa preparación. Es en cambio, la que se expresa en un crecimiento en el que, en vez de fuerzas activas y fuerzas pasivas, existe la acción masiva de personas que, con los niveles de competencia que cada una pueda lograr, se sienten partícipes de un esfuerzo común. La Escuela de Anticipación, al hacer posible el aprendizaje tanto de los que la Escuela vigente considera más capaces como de los que califica como menos capaces, permite que la economía cuente con la participación de todos los integrantes de la sociedad.

3. La defensa de los derechos humanos.
Las sociedades que, en algún momento, en otras o en ellas mismas, han sufrido por el atropello a los derechos humanos han aprendido duramente lo que sucede cuando los derechos fundamentales de las personas son objeto de estudio y de discurso pero no se incorporan en la vida de todos los días.
Ante esta situación, no es tolerable una Escuela en la que los derechos humanos son materia de objetivos y contenidos curriculares que luego no se expresan en las maneras habituales de interaccionar y de aprender que se dan entre los alumnos, padres y maestros. La Escuela de Anticipación, al sacar los derechos humanos
del discurso y al llevarlos a la vivencia, entrega un aporte más activo y más coherente a la necesidad colectiva de estructurar una relación social en la que los derechos humanos no puedan ser de nuevo violentados.

4. La necesidad de contar con espacios en los que se puede aprender a construir una mejor sociedad.
Los hombres se educan porque necesitan aprender a seguir su ser. Hay algunos que tienen la fortuna de realizar este aprendizaje desde temprano; pero, hay otros que pasan un tiempo largo de su vida, y algunos quizás que ven transcurrir su existencia entera, sin saber la dignidad y la misión a la que han sido llamados.
Esta desigualdad en las oportunidades de educación daña a las personas que la sufren y, al mismo tiempo, a las que no la sufren directamente pues, dada la implicancia vocacional que caracteriza la vida en sociedad, es la comunidad total la que baja la calidad de su educación cuando uno de sus integrantes no logra encontrar acceso al ser a que fue convocado.

De aquí la preocupación de las sociedades por la educación de todos y la esperanza que en ellas se levanta de una comunidad futura en la que sus diversos ámbitos de interacción se constituyan en espacios educativos.
Y aunque esa posibilidad de educación para todos se la ubica más allá del tiempo actual, las propias sociedades admiten que ya ahora existen espacios que podrían promover esa sociedad más justa, más educadoras, que esperan. Entre estos espacios sitúan la Escuela y le otorgan una especial relevancia pues solamente a ella le dan la denominación de sistema y de centro educativo. Por otra parte, cada vez que, en las sociedades, surgen hechos que ponen de actualidad males sociales –violencia, alcoholismo, drogadicción, desórdenes de sexualidad, indolencia en el trabajo, individualismo y otros- se vuelve de inmediato la morada hacia la Escuela como si en ella se depositara parte importante de la esperanza de una relación social en la que esos vicios no existieran. La Escuela es pues, ya en el presente, una expectativa social de un ambiente controlado de educación en donde se desea no entren los vicios de la actual sociedad y en cambio se cultiven sus mejores valores. La expectativa social frente a la Escuela es que ésta, en el campo de la realización de valores, se parezca más a la sociedad esperada que a la sociedad vigente. Lo que se desea es que la Escuela de alguna manera anticipe la relación humana de la sociedad que se espera.


Si la Escuela acepta esta misión no podrá limitarse a replicar la discriminación que hace la sociedad vigente al
crear oportunidades educativas sólo para algunos alumnos; tendrá que generar oportunidades para todos. Así los alumnos aprenderán a construir esa sociedad de justicia esperada. Y como expresión de ella, vivirán en un ámbito de interacción en el que, junto con aprender los saberes, podrán aprender la dignidad a que han sido llamados. “El apóstol Pedro, en su Carta Segunda, declara: “Pero nosotros esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva en donde tiene una morada la justicia”. Cuando él emplea la palabra “esperanza” no está señalando que todavía no tiene el bien que anhela, sino que, por el contrario, ya lo está incluyendo en su vida
actual. Pedro no quiere solamente dar cuenta de su esperanza, sino advertir que esa esperanza es la que explica lo que hace y lo que habla. Similar es la situación de los maestros. Están en una sociedad distinta a la que sueñan. Pero, ya en el presente, están dando testimonio, en su vida y en la Escuela, de la relación de justicia que los mueve. No están todavía en la sociedad que esperan; pero no la miran hacia lo lejos, sino que le traen desde el futuro hasta el presente. De algún modo la prefiguran, la viven en anticipación.

Gabriel Castillo Inzunza
Del Libro “Educación, Vocación y Compromiso." Editorial Tiberiades, Santiago de Chile.
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Gabriel Castillo Inzulza

Premio Nacional de Ciencias de la Educación 1997

TRAYECTORIA

El Premio Nacional de Ciencias de la Educación recayó en el académico Gabriel Castillo Inzulza, quien se tituló en 1952 como profesor de Estado de Castellano en la Universidad de Chile. Diez años más tarde obtuvo el título de Consejero Educacional y Vocacional en la Universidad Católica de Chile. Asimismo, el docente hizo en 1973 el Magister en Educación de la Universidad Católica de Chile.
Entre los cargos que ejerció en el país destaca su labor como Asesor Pedagógico del Director de Educación Secundaria entre 1965 y 1968, también fue presidente de la Comisión de Educación del Consejo Nacional de Educación e integrante de la Comisión Central de Planeamiento de la Educación entre 1965 y 1970. En 1994 fue asesor pedagógico del Ministro de Educación.
Respecto de sus misiones en el extranjero, fue enviado por el gobierno de Chile a estudiar la reforma educacional de Francia, Inglaterra y Alemania en 1966; el mismo año fue integrante de la Delegación a la Conferencia Internacional de Educación sobre Investigación Educacional de Ginebra, Suiza; y en 1982 se le encargó la autoría y exposición del documento base del Seminario Regional de Formación sobre Orientación Educacional y Profesional, organizado por la Unesco en Buenos Aires, Argentina.
En esta década ha estado encargado del Proyecto de Perfeccionamiento de Equipos Directivos Superiores; fue jefe hasta 1992 del Proyecto de Innovación Educativa en las Escuelas Municipales de San Antonio (PIEMSA); entre 1993 y 1995 se desempeñó como jefe del Curso de Especialización en Innovación Educativa para jefes superiores, técnicos y administración de la Región del Maule y de la Provincia de Valparaíso y, desde 1994 es jefe del Proyecto "Escuelas de Anticipación a través de Guías de Aprendizaje" que se realiza en 220 escuelas y liceos de todo el país.
El premio Nacional fue profesor de latín en el Liceo Manuel de Salas y de castellano en el Liceo de Hombres N°10 de Santiago. Entre 1962 y 1995 enseñó orientación en la Escuela de Educación de la Universidad Católica de Chile.
Desde 1969 a la fecha es profesor Investigador del Centro de Perfeccionamiento, Experimentación e Investigaciones Pedagógicas.
Entre los premios que ha recibido Gabriel Castillo destacan "La medalla del apóstol Santiago", que le otorgó el Arzobispado de Santiago en 1993; el homenaje rendido por la Secretaría Regional Ministerial de Educación de la V Región en 1995, un diploma otorgado por la Universidad Mayor y el premio al mérito en reconocimiento al apoyo a la Educación rural Regional y Nacional, de la agrupación de profesores rurales de Quilpué.
El profesor ha publicado numerosos textos entre los que se incluyen:
"Vocación y orientación"
"Educación y orientación"
"Escuela para aprender"
"Curriculum universalista en la enseñanza básica: una estrategia de cambio"
"La identidad de la escuela"
"Educación de anticipación"
"El rol de la orientación de la innovación en educación en América Latina y el Caribe. El rescate de la identidad de los centros educativos"
"Innovación educativa y programa de curso"
"La orientación como mundo educativo"
"Guías de aprendizaje para una escuela deseable", entre otros.

Fundamentos del premio

El Premio Nacional de Ciencias de la Educación fue concedido a Gabriel Castillo Inzulza porque el profesional "ha consagrado su vida a la educación, tanto en el campo de la docencia como en el estudio y de modo particular se consideraron sus aportes a la orientación educacional de la cual es un verdadero precursor y el más alto representante en Chile", dijo el jurado.
FUENTE: Dirección de Comunicaciones, Universidad de Chile. 1997.